La carta
de los deseos
Erase una vez, hace muchos,
muchísimos años, un país donde a los niños no les trataban cómo lo que
eran, niños. Desde bien pequeños, los mayores les obligaban a hacer todos los
trabajos posibles y sólo les dejaban tiempo para comer y dormir. No les
permitían ir al colegio, ni mucho menos jugar y si les pillaban, aún encima les
castigaban durante muchos días sin salir de su casa.
Sus vidas eran de la casa al trabajo
y del trabajo a la casa y claro, todo eso para ellos era muy aburrido. A los
niños les gustaba más irse a jugar a la calle, ya fuera con un balón o un barco
de papel y, se morían de envidia cuando veían a los mayores ir de un lado para
otro con sus libros para estudiar en institutos y universidades.
Hartos de esa vida, que no era la
propia de un niño, los más decididos de aquel país decidieron investigar para
saber si eso ocurría sólo en su país o si, por el contrario habría muchos más
niños como ellos.
Buscando, buscando… se dieron cuenta
de que no eran los únicos a los que nos les dejaban disfrutar de su
infancia, que había muchos lugares y países en los que los trabajos y los
castigos estaban a la orden del día. El más listo de ellos que, en realidad,
era el único que sabía leer y escribir, decidió escribir una carta a cada niño
de esos países y redactar una en la que les darían a sus mayores unas
condiciones para volver a hablarles y vivir con ellos.
Eso hicieron y, mientras esperaban la respuesta de los demás se
escondieron en una casa abandonada que estaba a las afueras del pueblo.
Pronto recibieron la respuesta del resto de los niños que,
hartos de la situación habían hecho lo mismo que ellos. De una punta a la otra
del mundo, empezaron a recibirse cartas con la misma proposición. Escribir una
gran carta con sus deseos y llevarla a alguien que les apoyase y que
intercediera por todos los niños del mundo.
Entre todos redactaron la carta. En ella pedían que les tratasen
a todos por igual, que les protegiesen en lugar de castigarles, que les
cuidasen cuando estuviesen enfermos y no les obligasen a seguir trabajando, que
les permitiesen jugar, estudiar y sobre todo, ser niños, pero por encima de
todo pedían una cosa, que les quisieran y les dieran todo el amor que hasta
ahora les habían negado. Todo esto y muchas más cosas pedían los pequeños en
esa carta. Esta se la entregaron al más anciano del lugar de cada país y todos
fueron al rey o mandatario que se ocupaba del bienestar de sus ciudadanos.
Ninguno de ellos, sabía todo lo que en sus países ocurrían
con sus pequeños y se llevaron un buen disgusto cuando hablaron con sus
ancianos. Rápidamente, leyeron la carta y decidieron que era justa y que, esos
mismos ancianos se harían cargo de que se cumplieran cada uno de los puntos que
referían en la carta. No podía permitir que no dejasen a los niños comportarse
como tal.
Los ancianos volvieron al lugar donde los niños estaban
escondidos y les entregaron las cartas de los deseos firmadas por los que
mandaban en cada país o lugar donde estaban ocultos. Los niños prometieron salir
de sus escondites si los ancianos se hacían cargo de mostrarles la Carta de los
Deseos firmada a sus mayores y eso hicieron.
Pasaron unos años y poco a poco fueron mejorando las cosas, los
mayores comenzaron a dejarles tiempo para jugar y aprender, quienes vivían un
poco mejor, llevaban a los pequeños al colegio y los ancianos se hacían cargo
de que no se saltaran ninguna petición de la carta y de que fueran los mayores
quienes se hiciesen cargo de los trabajos más duros.
Ahora las cosas han cambiado mucho, en los países donde
sólo se oían los llantos y lamentos de los niños, ahora se oyen las risas y
juegos de los mismos. Ya saben la mayoría leer y escribir y de los trabajos se
ocupan los mayores, pero sobre todo, ahora ya saben lo que es tener las muestras
de cariño de sus padres y sus amigos.
Rosi Requena
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